Al analizar los datos de la horticultura nacional correspondientes al ciclo 2014/2015 en el último anuario estadístico 2017 del Ministerio de Agricultura y Pesca (MGAP), en el país se dan dos zonas de producción la zona norte asentada sobre suelos más livianos y con un ciclo productivo orientado a cultivares de producción temprana, y que aporta un 21% de la producción. La zona sur aportando el 79 % de la producción con el 89% de los productores y con 1187 has sembradas. La mayor parte de esta producción se realiza a campo (MGAP, 2017). La producción se asienta en predios pequeños (5 ha prom.), sobre suelos con un horizonte B argílico, de alto contenido de arcilla y poco permeable (Argiudoles Típicos y Vérticos principalmente), con materia orgánica original en promedio de 4,6 y 5,7 % respectivamente, (Inia,2015). En la actualidad estos suelos se encuentran degradados por años de cultivo. Estos suelos en su pasado fueron asiento de cultivos de grano, cultivo de remolacha azucarera y luego de cultivos hortícolas. Es notoria la reducción del contenido de M.O del suelo con valores de 0,5% anuales en algunos sistemas productivos y pérdidas de suelo que llegan a superar las 9 toneladas/ha/año (Gilsanz et al. 2018) así como la pérdida de las propiedades físicas manifestándose procesos de encostramiento, pérdida de estructura y menor infiltración. La disminución progresiva de la fertilidad natural muestra la necesidad del creciente agregado de fertilizantes y/o enmiendas para sostener la producción. En años recientes se ha incentivado el uso de enmiendas orgánicas como mejorador del suelo, entre ellas la más usadas son las que tienen como base estiércol de ave. En la zona sur del país se asienta la producción de aves y huevos en galpones, siendo la cama de galpón de pollo parrillero y la de ponedora las fuentes disponibles para los productores de hortalizas. El agregado sin base en análisis de suelo ni del propio estiércol, ha llevado a situaciones de excesivos valores de P, Na en el suelo (Barbazan et al.2010), (Docampo et al.2010). Esta situación en un área con erosión lleva al incremento de los niveles de P y otros nutrientes en las fuentes de agua superficiales menores y a cursos de aguas mayores que son la fuente de suministro de agua potable al 50% de la población del Uruguay en el área considerada. El desarrollo de procesos erosivos ayudados por eventos de lluvia extrema y una topografía con pendientes superiores al 2%, contribuyen a agravar el problema. El laboreo convencional desarrollado por los productores tiene como objetivo además de oxigenar el suelo, el afinamiento y eliminación del encostramiento del suelo para crear condiciones de siembra. Es en este proceso que se realizan aradas profundas con inversión de horizontes, excesivo uso de rotocultivadores (rotovadores) que desagregan aún más la precaria estructura de estos suelos incrementando los riesgos de encostramiento frente al primer evento de lluvia extrema. No todos los productores cuentan con riego y se usa tanto la aspersión como el gotero según el cultivo. Como resultante de esta situación se constata la degradación de las propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos sobre los que se asienta la producción hortícola en el sur del país