Los parásitos gastrointestinales (PGI) han sido descriptos como uno de los principales problemas sanitarios que afectan a los sistemas de producción ovina en todo el mundo (Uriarte y Valderrábano, 1990; Vlassoff, et al., 2001; Waller, 2003). En ovinos, las infecciones por PGI producen diarrea, pérdidas de apetito, anemia y en casos severos pueden producir importantes mortandades (Ayalew et al., 1973). Sin embargo, las infecciones subclínicas son las más importantes ya que causan considerables pérdidas económicas manifestadas a través de menor producción de carne, lana, leche y al incremento en los costos veterinarios, mano de obra y drogas utilizadas en su control y prevención (Perry y Randolph, 1999).
