El sector frutivitícola es uno de los rubros agropecuarios más importantes desde el punto de vista socioeconómico en el Uruguay, ya que emplea directa e indirectamente un gran número de personas como mano de obra por unidad de superficie. La superficie ocupada por este sector es de más de 11 mil hectáreas, donde los viñedos ocupan un poco más de 6,6 mil hectáreas explotadas por 1022 productores (INAVI, 2017) y los frutales de hoja caduca (manzano, duraznero, peral, ciruelo, nectarino y membrillero) suman un total de 5,4 mil hectáreas explotadas por 747 productores (DIGEGRA, 2016). El mercado de alimentos, nacional y mundial, atraviesa un proceso de cambio estructural con importantes modificaciones en los hábitos de consumo, orientados a mayores exigencias en la inocuidad de los productos y sustentabilidad de los sistemas productivos. Legislaciones más restrictivas y consumidores más exigentes vienen presionando para que los sistemas productivos agropecuarios minimicen las aplicaciones de agroquímicos. Una de las estrategias más efectivas adoptadas para dar respuesta a estas exigencias, es la resistencia genética a enfermedades y plagas. Existe una escasez de nuevos cultivares que estén adaptados a las condiciones agroecológicas del Uruguay y que cumplan con esas nuevas exigencias, además de presentar buena calidad interna y externa. La condición cosmética de los frutos no deja de importar, si bien ha crecido últimamente la conciencia sobre la importancia del aporte nutricional y valor para la salud que tienen. Por todos estos motivos, se vuelve imprescindible la incorporación de materiales genéticos con mejores aptitudes productivas, sanitarias, organolépticas y nutricionales. Uno de los grandes problemas es el acceso a materiales genéticos de otros países y/o programas de mejoramiento, existiendo grandes dificultades y exigencias sanitarias y legales, que son difíciles de cumplir e insumen varios años de negociación y estudio. A su vez, el rol estratégico del material genético en la organización comercial de la cadena alimentaria frutícola ha incrementado el valor de cultivares siendo creciente la protección y comercialización controlada de los mismos. Esto dificulta el acceso y lo encarece, requiriendo en muchos casos, de un emprendimiento y acuerdo comercial para tan siquiera evaluarlos en las condiciones agroclimáticas locales. Porque es claro que además de todo lo anterior, están los problemas de adaptación a las condiciones productivas uruguayas, ya que los cultivares provenientes del exterior son creados en otros países y en la mayoría de las veces, en condiciones agroclimáticas muy diferentes a las uruguayas. Por todas estas razones resulta de suma importancia contar con vínculos para el acceso desde el exterior y con la capacidad propia de generación de variabilidad y cultivares. El siguiente proyecto de investigación propone la incorporación y evaluación de nuevos materiales genéticos de alta productividad y calidad de fruta mediante la introducción, prospección y creación (mediante técnicas convencionales y aplicación de biotecnología) de nuevos genotipos con atributos superiores. Se procurará la introducción de diferentes especies frutales para su evaluación, selección y recomendación para plantación comercial. Los componentes del proyecto serán cuatro, atendiendo a tres especies priorizadas y a la colección existente en INIA Las Brujas, de germoplasma superior, que incluye un grupo de especies. El primer componente será con mejoramiento genético de la vid, donde se evaluarán diferentes clones uruguayos de Tannat, se introducirán y evaluarán variedades de vid con resistencia a enfermedades fúngicas, principalmente mildiu, y se realizarán hibridaciones entre las variedades resistentes y Tannat buscando incorporar la resistencia al mismo. El segundo componente será con mejoramiento genético del peral, donde se introducirán y evaluarán nuevos cultivares, se realizarán hibridaciones y se generará variabilidad a través de agentes mutagénicos para buscar materiales resistentes a sarna con bajo requerimiento de frío. El tercer componente incluye dos especies de frutales nativos priorizados, guayabo del país y arazá. En este componente se pretende fortalecer la actividad iniciada de creación de nuevos genotipos a través de hibridaciones de materiales superiores, así como seguir con la selección y caracterización de materiales genéticos destacados provenientes de ambientes naturales. También se evaluarán prácticas de propagación de plantas y manejo para ir ajustando el paquete tecnológico de estas especies nativas. El cuarto y último componente, se refiere al mantenimiento y actualización de los bancos activos de germoplasma del Programa Nacional de Investigación en Producción Frutícola del INIA, donde además de las especies ya mencionadas, se incluyen los frutales de carozo (duraznero, nectarino, ciruelo y damasco), manzano, olivos, pecanes y otros menores. Otro de las finalidades de este proyecto, que es un objetivo transversal a todos los componentes e incluye a todas las especies frutales es la facilitación del ingreso de nuevos materiales genéticos para su estudio en el país. Para eso se hace imprescindible la articulación con DGSA-MGAP para la parte sanitaria y cuarentena post-entrada y con INASE para la parte legal y de registro de cultivares.